28/9/08

HÉCTOR WASHINGTON GÓMEZ

Poeta nacido en Frías, Santiago del Estero, en el año 1983. Estudia en la Universidad Nacional de Formosa el Profesorado en Letras e integra el grupo literario independiente “Alquímico”. Obtuvo el segundo premio de Poesía en el concurso literario “Décimo Aniversario del Banco de Formosa” en el año 2006 y publicó en diferentes antologías literarias a nivel nacional.



PLENILUNIO EN SANGRE

“Creo a veces sentir que mi sangre se escapa
con el rítmico llanto de una fuente, a raudales”.
(Charles Baudelaire “La fuente de sangre”)

A veces
me desangro entre un epígono y la niebla,
y hago llover plenilunios
que luego perjuro
desacertadamente.
Y exhalo una parte errante del cosmos
que sepulto a un lado de la noche
cada tarde.
Pero pierdo mi norte insoslayado
y escalo,
escalo un peldaño por tiempo
que fenece entre mis brazos,
por cada látigo de voces desnudas
que nos duelen,
cada luz que aturde y ensordece nuestros ojos
de tanto no vernos en la nada.
Porque necesito urdir milagros con palabras.
¡Quiero regar el mundo con mi sangre!
Debo esculpir a gritos
la nada hostil de lo que somos,
resucitar cada noche
y morir cuando despierte
junto al alba.




PάJoV MάJoV


“Por lo tanto, no refrenaré mi boca:
Hablaré en la angustia de mi espíritu.
Y me quejaré con la amargura de mi alma”.
(Job 7:11)

Fatídico numen,
oráculo pérfido
que trazas
oblicua
mácula
recta
en mis retinas,
desdeño el rostro anquilosado que ostentas
bajo las griegas aguas inmóviles del tiempo.
Cavilé mil y una vez en la penumbra,
funesta caverna de sombras y anomalías,
mas no he podido ser ente,
no he logrado ser esencia
entre el sueño de los dioses
y el asco
y el oprobio de ser hombre.
Agónico improperio hacia la nada:
debo aprender del dolor a cada paso,
¡debo torcerte, muerte, hasta el extremo!
No quiero agrietar la roca eterna con mi nombre,
pero me has asido tan deprisa
que absorto en la desidia
soy légamo perspicuo entre tus manos.
Sé del cielo y del averno,
del tiempo cíclico que sopla
cual Céfiro impávido entre la hoguera
y el perpetuo instante,
¡debo templarte, vida, por completo!
debo escapar allende hacia el Olimpo,
pero Ícaro revive y reescribe su incesante diégesis,
su abortada odisea de soles y mares.
¡Denme un ejército de alas
y eludiré al sufrimiento!
Denme una gota de sangre,
una pluma,
un verso.
“Denme un punto de apoyo
y moveré la tierra y el cielo”.



RACIMO DE UNIVERSOS

¡Qué vendaval de azul tu piel devora!
Me duele todo un mundo si me absorbe
el atlas implacable de tu orbe.
Oh, no amordaces mi dolor ahora.

La luna está postrada ante tu vida
y se apequeña el mar cuando la furia
de tu desdén fijado a una centuria
amasa un trozo de mañana herida.

¡Tengo tanto de Dios cuando te miro!
Tanto de mortal; oh, latido breve
que cesa ante tu voz y se desboca.

Racimo de universos, tu respiro,
pende de tan poco mi vida leve:
una línea de besos de tu boca.



RESPLANDOR DE ABRILES

“Tú
que ayer sólo eras toda la hermosura
eres también todo el amor, ahora.”
Jorge Luis Borges “Sábados”

Me ha sido dado escalar la niebla
cuando clavé una línea de sueños a tu tiempo,
hacia el centro de tu sombra desbocada.
Hay resplandor de abriles en tu risa
y una estampida de tricornios azules cuando miras.
Pero estás tan desgajada del mundo incompleto
que yo fatigo la bruma irrevocable
y contengo infinitos universos
agitando mi pecho salpicado de ocasos.
Siempre te busco en los retazos de palabras que profano
y no me bastan los párpados del cielo
para cubrir el orbe inasible de tus ojos.
A tus espaldas hay otro universo:
la soledad que tejo con cada hilo de sombra
de tu ausencia inapelable.
Hay algo más allá de mi risa inusitada,
un silencio de grito superlativo
y más espeso en la sangre.
Hay un vendaval de cosas que no digo,
una gota de ceniza que arrastra los adioses
al borde de la noche.
Pero quiero estar de pie cuando comience la vida
y te espero,
te espero donde los dioses
desparraman la tarde de un soplido.

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