28/9/08

NICOLAS GOMEZ

Poeta nacido en el año 1972 en la ciudad de Chamical, La Rioja. Reside en la ciudad de Formosa. Es estudiante del Profesorado en Letras en la Universidad Nacional de Formosa e integrante del grupo literario independiente “Alquímico”. Fue 2do premio del certamen de minificciones “Osde 2006”. Asiste al taller literario “Subcielo”, dictado por el licenciado Orlando Van Bredam. Participante de las Antologías de la editorial “De los cuatro vientos”, año 2004, 2005 y 2006.



ADAMANTINO

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
“Ajedrez” J. L. Borges

Detrás de Dios no existe dios alterno,
sólo el vacío del tiempo y la distancia,
y un elemento atado a la sustancia
memorizando un cronos de lo eterno.

Detrás de Dios el torso es algo interno
sin ajedrez ni espaldas de ignorancia,
sólo tres frentes de ésa transustancia
sin “un rigor adamantino” externo.

Detrás de Dios no existe lo que cansa,
tampoco un dios midiendo su reverso,
ni en la mejor imagen de esperanza:

no cabe Dios en lo fugaz de un verso;
lo que la mente a comprender no alcanza:
detrás de Dios… no hay dios… ni el universo.



METAMORFO

Habré de empujar el portal hasta rasgarlo;

y sé que en el titánico intento
mis lágrimas evaporarán sangre
antes de siquiera tocar la arena.
Flotaré incesante entre las melodías efímeras
cuando el cosmos quiebre con su látigo infame,
la niéblica marea de la esperanza.
Habré de morder el polvo, angustiante,
sintiendo el desgarro de la nada
sobre el extremo horizonte que se pierde.
Las estepas de las pléyades han de surgir turbulentas
cuando la gélida nave de la apostasía
congele mi vértebra acallada de soledades.


Quizá que la tormenta de cenizas
será un refucilo epopéyico
en el insostenible hielo de mi alma.
Acaso, ya no seré aquel gladiador
blandiendo la cornalina de jaspe;
O tal vez habré de retornar
a través del filo de esa espada...
He de oxigenar las crónicas agujas,
aunque considere mi piel, inmutable.
No sé...
Quizá que habré de aprender
aunque (acaso) se niegue mi alma
a voltear lentamente... la cíclica página,
que me ha de trasladar al místico seno
del deshielo molibdeno de la calma.
Sólo tal vez... quizá... sólo acaso...
ya no muera el azar de aquel mañana.


ECLIPSE DE VIENTOS AUSTROS

Hay un eclipse fantasma en esta vida;
un ayer incorpóreo
que no logra realizarse,
un Judas ciclópeo,
llamado Tadeo o Iscariote.
Un trozo de lágrima
aún pegado a ese madero…
O quizá un fragmento de piel,
como mapa corroído
del mundo que habita.


Su rostro anaquelado es un espejo
marcado por las noches somnolientas…
No precisa las monedas para “el barquero”.
Ha elegido otra suerte, mucho más trascendente,
para cuando transmute…
Acaso sin darse cuenta,
ha de traspasar el umbral de las crisálidas…


Hay una noche quiescente
estrujando el ayer
de la tristeza;
y una impotencia de nostalgia
que es una gota
cayendo al océano inmutable.
Su piel escarchada de miedos
intenta gritarle al viento
para apresar su ímpetu
entre sus sueños…
La voz que le ha sido dada,
a veces, es un quebrado hilo
de angustias y agonías…
incesantes…


Sí… hay un eclipse fantasma en esta vida,
un ayer incorpóreo que no logra realizarse;
y un paradójico retruécano inscribe:
hay una vida fantasma en este eclipse,
una realidad incorpórea
que no logra ser ayer…
tampoco hoy…
tan sólo intenta ser lo que no muere,
el austro azar … de aquel mañana ...


ROMANCE DE SANGRE Y AGUA

El monte dibuja el rostro
de la luna disfrazada
del fulgor de medianoche
que cava la madrugada,
alumbrando entre aceitunas
(triste hasta la muerte, el alma)
al hombre, que de rodillas,
ora, gime, llora, clama.

Rugen acero los aires
de un beso traidor que mata
cortando enhiesta la noche
por treinta piezas de plata;
crujen letanos olivos
sufriendo agujas de escarcha
“pasa de mí esta copa”
crueles estigmas me llaman…
mas que sea tu voluntad,
que se cumpla tu palabra.

Ora la luna en el monte
con una cruz escarlata,
junto al hombre anochecido,
junto al hombre que ya sangra,
aquel sudor que hasta tierra
rueda salvando las almas.

El sueño mete su frente
en una hora de espaldas,
duérmense todos sus ojos,
duérmese la hora velada,
y entre olivos y oraciones
llega la traición… besada.

Una oreja muerde el polvo,
y antes que toque la grama,
es regresada a su sitio
con un poder sin espadas.
Mientras todo se confunde,
mientras todo se dilata,
un gallo canta tres veces,
una conciencia se mancha,
un beso suicida muere,
un beso traidor se mata…


La luna enluta su luz
entre las nubes que pasan,
pues no quiere anticipar
lo que aún las piedras hablan:
que una sangre traicionera
en los campos de Aceldama
ahorcó sus treinta monedas,
derramó toda su entraña;
y otra sangre redentora
entre olivos alunada,
ha de pactar para siempre
la redención de las almas.

Por la puerta del pretorio
un madero se hace espalda
y como gloria recibe
una corona espinada.
El látigo rompe en hebras
esa piel ensangrentada
con aquel cáliz perpetuo
mezclado de sangre y agua;
mientras el escarnio mira
desde una oscura ventana,
cómo las almas ascienden,
cómo las almas se salvan.

Unos ojos nazarenos,
en tanto la luna escapa
hacia la cima del monte
de vidas crucificadas,
lloran sangre de universo,
sangran llanto de esperaza,
sufriendo todas las culpas
de toda deidad humana.

El sol apaga su luz,
la Tierra queda eclipsada,
un templo rompe sus muros,
al medio, un velo se rasga,
y entre tanta calavera,
Gólgota, que así se llama,
vinagre con hiel quemaron
los labios de “la Palabra”…

Dos maderos que se cruzan
agonizan en sus lágrimas,
y los clavos oxidados
muerden los pies y las palmas
de esos ojos nazarenos
elevando una plegaria,
para que un cosmos de ira
no caiga sobre las almas.
Un sepulcro y una piedra,
un sudario de mortaja,
un lienzo sacrificado,
el sol, la luna beata,
son los secretos testigos
de la sangre derramada,
de la unión hacia lo eterno,
de la palabra pactada:
de la carne entre nosotros… ¡… la carne resucitada!

No hay comentarios: