28/9/08

JAVIER MALDONADO

DNI: 22.714.350
Fecha de nacimiento: 12/07/1972
Lugar: La Rioja
Domicilio: Independencia s/n-Patquía-Dpto. Independencia CP 5386-LR
Edad: 36 años
Profesor de Música, desempeñé la docencia en escuelas de la capital riojana, Patquía y actualmente me sumé al plantel de la Supervisión de Educación Artística - Música- de La Rioja.
Obras: "Los paisajes del alma"(2000), " El otro sueño" (2004) y "Crónicas de Estación Patquía" (2007), éste úlitmo en coautoría con Ariel Maldonado. Algunas de mis poesías están en "La gran apuesta" (Buenos Aires- 2005) y en "Antología del Encuentro" (Andalgalá-Catamarca- 2008).


Patquía, mi humilde rincón (Vals)

Camino por sus calles después de larga ausencia,
a mi viejo Patquía he vuelto ha pasear,
después de tanta ausencia he vuelto a tus palmeras,
al cruce de los vientos, a mi primer amor.
Y aunque nunca lo dije, más nunca te olvidé
pueblito de mis padres, rincón de mi niñez.

Frente a una plaza hermosa hoy le rezo a Santa Rosa,
Patrona de los vientos, la Madre del lugar.
Y hay un viejo sonido que sopla en mis oídos…
me suena a Villafañe tocando el bandoneón.
Y aunque nunca me vieron yo te siempre te lloré;
te llevo en mi sangre, te siento en mi piel.

A la hora de la siesta picar pa’ la represa
a juntar los yuyitos pal’ hora de matear.
Y en tus calles de greda mis ojos hoy se quedan
recordando una infancia de un tiempo tan feliz.
Y aunque nunca lo dije más nunca te olvidé;
pueblito de mis padres, rincón de mi niñez.

Volveré, volveré, volveré
al andén de esa Vieja Estación,
a engancharme en los sueños de un tren…
a esperar silencioso al amor.
Volveré, volveré, volveré
a mi Escuela la “20” de ayer;
a escribir grande en el pizarrón
que es Patquía mi humilde rincón.



Amarte libremente (Balada)


Te quiero solo mía y siempre mía,
tal vez celoso y tonto, pero mía.
Tenerte en las auroras y en las tardes,
tenerte todo el tiempo para amarte.

Te quiero a mi lado y en mis brazos,
decirte que me estás enamorando.
Te necesito toda en esta vida,
llenarme de colores con tu risa.

Amarte libremente
sin pecado, sin castigos, sin heridas,
sentirte más que un soplo en esta vida,
saberte todo el tiempo que eres mía.
Amarte libremente
Sin tus culpas, sin tus miedos, sin relojes,
debemos olvidar nuestros reproches.
El amor no se termina en una noche

Amante, amiga mía sé que un día
Tendremos que dejar de ocultarnos
quitarnos los disfraces del pecado,
sentir que nuestro amor ya no es robado.



Nostalgia de la primaria

¿Qué quieren que les diga? Entre tantas cosas quizá deje entrever esta nostalgia que va tomando gusto a tristeza.Contradictoriamente las risas han sido tantas que tan sólo muevo parte de mis labios para dedicarle un instante a aquellos momentos.Más de uno deseaba que el calendario llegara, creo que nuestras mentes quedaban en las aulas; nuestros cuerpos ya disparaban a las ansiadas vacaciones.¿Qué les puedo decir amigos? Hoy volví a buscar mi libreta, porque por estudioso o suertudo llegué, aprobé y me gané unos días antes del ansiado 13 de diciembre. De pronto, vi tantas imágenes que el estridente timbre, la pilladita, y hasta mi osada indiferencia, no me dejaron ver por muchos años. También, al ser ya más grandecito, me hizo comprender lo que mis inicios de rebeldía opacaban.Hoy fui corriendo a la escuela a buscar mis calificaciones y, con la misma urgencia a casa a comprobar que los números pasaran del 6, disfrutar y sentirme a mis anchas aprobado, ciclo terminado. Pero no fue tan fácil. Apenas mi cuerpo cruzó el umbral de la vieja escuela, pude escuchar al silencio por vez primera, aquel que todos los días los maestros querían lograr en cada formación. Caminé como si estuviera en otro lugar, pero no. Llegué a mi aula y mi semblante no era el mismo de los días cotidianos; allí estaban aquellos que la Seño consideró que iban a recuperar, como rehenes de sus mismas hazañas; allí, los más revoltosos ahora eran los más calmados y pude ver, mientras mi maestra se demoraba en buscar mi documentación, como sus miradas se concentraban en vaya saber qué lectura o razonamiento matemático.Todo era familiar y extraño a la vez y, aquella a quien en voz baja con mis amigos le decíamos “vieja”, luego de retirarme un poco del aula la vi tan angelical, a pesar del cansancio propio, como seguía guiando con sus gestos y miradas a Pedrito o a Rosita para que pudiesen comprender lo que no pudieron en los días normales de clases.Y me alejaba con una cosita que quemaba en el pecho, que llegaba hasta mi garganta. En ese instante supe lo que era llorar a mares por las cosas vividas y que pocos a esta edad no alcanzamos a ver. Recién entendí cuando a los doce años invade la nostalgia.Ahora extraño, cuando todo se va marchando, cuando mi partida va dejando un laberinto de emociones, ocurrencias y páginas que sólo nosotros, ese grado, ese grupo de amigos supimos crear.Me latía con prisa el corazón y no era por correr desmedido por el patio, eran un montón de sensaciones que pugnaban por salir.Sólo una evocación sonora de mis compañeros, los gritos de los changos, la dulzura de las chicas, el olor a transpiración-aunque reniegue de nuestros olores la seño todavía-, era el aroma de nuestras espontaneidades, de la inocencia y de la adolescencia, que de a poco se irán yendo con el perfume de nuestra temprana juventud.Un timbre casi sin razón sonó y me alertó, inconscientemente apunté al patio para formarme pero al instante me di cuenta que no era para mí, nada era para mí. Sólo la carga de emociones en mi alma era mía y un escudo de conocimientos que la escuela primaria me ponía en el pecho para enfrentar la vida. Disimuladamente, miraba por última vez todo, como si fuera “un día en la vida”: mientras caminaba hacia la salida observé los rostros de cada ordenanza, maestros, directivos y mi nombre escrito con corrector cerca de la puerta principal como la huella imborrable de un tiempo que no volverá jamás. Esta vez salí solo, como contando los pasos, los mismos que quedaban de los míos por mi querida escuela primaria.Pude ver hasta los más insignificantes detalles del edificio, quise grabar cada recuerdo. Nadie más corrió desesperado hacia la vereda. Un tramo más, hacia donde dobla la calle se pierde, giré y corrí apresuradamente, mientras el sudor de mi rostro se confundía con mis lágrimas.



Los hijos

Se deslizan libremente por toda la casa
como canicas incontrolables,
sin un duende titiritero
que los manipule
recorren cada todos los espacios
hasta aquellos inexplorados
como dueños absolutos del lugar.
Llegado cada encuentro soñado
nos derriban con un lazo de abrazos y cariños
para montar la espalda arqueada de papá.
Como expertos jinetes de sus vidas
el único plan es ir hacia ningún lugar.
Como todos los días, despiertan
apenas el sol los besa en sus rojas mejillas.
De allí en más planifican
nuestra siempre y apurada loca vida y,
con la mágica sonrisa infantil
logran llamar nuestra atención.
Todo desvaría hacia lo bello…
Contribuyen cotidianamente
con el desorden de sus juguetes
que en sus manos cobran vida y destino.
Son los ojos de los abuelos,
los viejos mismos lo han afirmado más de una vez.
La vida misma para los padres.
Esos pequeños son la buena esperanza contra
el agitado mundo en el que casi vivimos.
Por naturaleza embellecen el dulce lugar, el hogar;
con las dulces melodías de sus voces,
con locuritas nuevas, con chispas,
con ocurrencias inesperadas
que dibujan una media luna en la sonrisa.
Llegada la tarde ya terminan sus tareas.
Y por la noche los ojos cierran sus ventanas.

Ya en la cama ejercen espontáneos, sus derechos
Los tiernos reclamos de ser mimados.
La urgente necesidad de tomar la leche.
Amenizados con cuentos de antaño,
de historias y de arrullos conocidos
van durmiéndose en los brazos de la noche
con Ángel de la Guarda de compañía
donde los espera vaya a saber
qué misterioso sueño.
Pequeños bandidos de nuestros corazones…
Algo así suelen ser los hijos.

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